Tomada de Freefundo.com |
Extraño tus brazos, cálidos, fuertes, seguros.
Te extraño, aunque te suene ilógico, aunque no me creas.
Extraño pelear contigo, que no estés de mi lado, pero que estés.
Extraño tus consejos, tus regaños, tu risa, tu voz.
Extraño tus manos grandes, suaves, firmes.
Extraño odiarte, por que aún entonces te amaba.
Extraño tus lecciones de fútbol y de música. Y sobretodo, tus lecciones de vida.
Extraño tus historias –al fin y al cabo, eres un storyteller–, tus chistes inusualmente largos, tus explicaciones.
Extraño que me saques carrera, irte a visitar, llevarte almuerzo, los nervios antes de verte –sí, a pesar de tanto tiempo siempre me ponía nerviosa antes de verte.
Extraño tus correcciones, tu perfeccionismo, tu devoción al trabajo –sí, le tenés devoción aunque pensés lo contrario.
Extraño que no estuviéramos de acuerdo en nada, pero estábamos.
Te extraño, por extraño que te parezca.